Desde aquí, en
el sur, te escribo
y camino hacia
ti
con los pies
heridos por los cristales del miedo
para llegar
hasta tus brazos, apenas encontrados
y ya perdidos,
pues mi sueño es así, torpe.
Y es que la
niebla de este sueño
que nunca se
disipa
me aísla del
sonido de tu voz
y de la
inesperada ofrenda de tu amor.
Mi amor en
Roma, ya sabes como es,
apasionado y
doliente,
desmañado y
cobarde,
un amor de
lágrimas y sangre,
de sábanas
manchadas por la rabia,
un amor triste
y desesperado,
de perfumes perdidos,
ya sabes como
es.
Mi amor en
Roma, tan tuyo,
donde
recorriendo los mágicos
callejones del
Trastevere
aferrada al
roce de tu mano
siento que el
deseo me renace
como hiedra
roja enredada
al cuerpo que
te entrego sin pudor,
un cuerpo
rendido a tu violencia,
ya sabes como
es.
Y la muerte,
esa dama despechada,
siempre
obstinada y presente,
me reclama
ahora con más fuerza.
Hay una guerra
aquí,
en esta ciudad
eterna
que guardará mi
eternidad para ti,
en la sangre
que he volcado entre sus piedras.
Mi amor en
Roma, ya sabes como es,
una batalla
entre la luz de tus ojos
y la oscuridad
de mi corazón.
Y quién será el
vencedor,
quién el
vencido, a quién le importa.
Si sé que el
amor tiene
en el
calendario de mi vida
los días
contados
y el agridulce sabor
de lo efímero,
si sólo es
eterno en el ensueño,
ya sabes como
es.
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