El día que tú no ardas de amor, muchos morirán de frío.

viernes, 9 de mayo de 2014

Roma



















Desde aquí, en el sur, te escribo
y camino hacia ti
con los pies heridos por los cristales del miedo
para llegar hasta tus brazos, apenas encontrados
y ya perdidos, pues mi sueño es así, torpe.
Y es que la niebla de este sueño
que nunca se disipa
me aísla del sonido de tu voz
y de la inesperada ofrenda de tu amor.

Mi amor en Roma, ya sabes como es,
apasionado y doliente,
desmañado y cobarde,
un amor de lágrimas y sangre,
de sábanas manchadas por la rabia,
un amor triste y desesperado,
de perfumes perdidos,
ya sabes como es.

Mi amor en Roma, tan tuyo,
donde recorriendo los mágicos
callejones del Trastevere
aferrada al roce de tu mano
siento que el deseo me renace
como hiedra roja enredada
al cuerpo que te entrego sin pudor,
un cuerpo rendido a tu violencia,
ya sabes como es.

Y la muerte, esa dama despechada,
siempre obstinada y presente,
me reclama ahora con más fuerza.
Hay una guerra aquí,
en esta ciudad eterna
que guardará mi eternidad para ti,
en la sangre que he volcado entre sus piedras.

Mi amor en Roma, ya sabes como es,
una batalla entre la luz de tus ojos
y la oscuridad de mi corazón.
Y quién será el vencedor,
quién el vencido, a quién le importa.
Si sé que el amor tiene
en el calendario de mi vida
los días contados
y el agridulce sabor de lo efímero,
si sólo es eterno en el ensueño,
ya sabes como es.

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