El día que tú no ardas de amor, muchos morirán de frío.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Robando el sol


Un día, seres con botas pesadas, afiladas armas y corazón frío llegaron, probablemente desde algún infierno que desconocemos, a cualquier rincón del planeta y dijeron: “esta tierra es mía” y acabaron con todas aquellas almas que intentaron explicarles que no, que la tierra no era de nadie, que la tierra estaba allí mucho antes de que humanos y animales llegasen a ella, que la tierra era nuestro nido, nuestro hogar y que como tal había que cuidarla y respetarla. Pero la codicia es ciega y sorda a cualquier lamento y dejando atrás un reguero de destrucción, arrasaron con la vida, tanto animal, como vegetal y mineral, hiriendo de muerte el espíritu de la humanidad.

Como no tenían suficiente, miraron océanos y ríos y dijeron “esta agua es mía” y se apropiaron del origen de la vida, del elemento, junto con el aire, más precioso de la existencia humana, pues no existe vida sin aire ni agua, eso lo sabe todo el mundo. Tampoco les importó y empezaron a cobrarnos por beber, por lavarnos, por utilizar la energía de la fuerza del agua salvaje y libre que tampoco pertenece a nadie. Y arrasaron y esclavizaron a quién se opuso a ellos, haciendo aún más grande el reguero de muerte que dejan tras su paso, un paso con apariencia humana pero definitivamente, sin corazón humano.

Ahora han mirado al lejano sol que alumbra la tierra desde hace millones de años y han dicho “este sol es mío”. Y ya planean cobrarnos por calentarnos e iluminarnos con una estrella que nos abrasa y abraza desde que somos apenas una semilla. El sol, nuestro sol, al que civilizaciones enteras han adorado y cantado. El sol, cálido y peligroso por igual. El sol, fuente de vida de la tierra. Pues también decidieron robar el sol y hacernos trabajar para pagar un calor que es de todos desde que el mundo es mundo.

Quizás la humanidad ha muerto y lo que queda sobre la tierra somos fantasmas arrastrando los pies con la cabeza gacha obedeciendo a esos seres de botas pesadas, afiladas armas y corazón frío. Quizás el valor murió. Y la alegría. Y la esperanza.

Si nos roban el sol ¿quién dice que pronto no tengamos que pagar por bombonas de aire para respirar? Cosas más raras se escribieron en la literatura de ciencia ficción y hoy son una cruda realidad. Y da miedo.

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