El día que tú no ardas de amor, muchos morirán de frío.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Nuestro para siempre

Lloramos por gente que se va. Algunos se van sin querer cuando la vida te los arranca de los brazos, que no del corazón. Y lloramos, pero ni un mar entero de lágrimas los devolverá nunca más a nuestra orilla.

Otros desaparecen como desaparecen las hojas del calendario o los libros prestados, por un olvido o por la desidia y la distancia. A esos, casi siempre, los recordamos con afecto, con una dulce nostalgia que nos hace preguntarnos si estarán bien y dónde y cómo. Son nuestro ayer en forma de foto amarilla y si volvemos a encontrarlos casi nunca son lo que esperábamos. Y eso también nos hace llorar.

Y están los que se esfuman como ladrones en la noche, sin hacer ruido ni decir adiós. Un día están en tu vida bebiendo tu vino y alimentándose de tu corazón. Están al otro lado de la línea del teléfono hasta que la línea enmudece. Pasas noches insomne durante semanas o meses, a veces durante años, preguntándote porque se fueron ¿hiciste algo para que se alejaran? Y si te tropiezas con ellos te dicen que piensan en ti, pero que el tiempo, los compromisos, la vida… Y lloras. Sabes que te mienten y quisieras creer sus mentiras.

Yo dejé de llorar. Dejé de llorar cuando entendí que lo perdido es nuestro para siempre.

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