Otros desaparecen como desaparecen las hojas del calendario o los libros prestados, por un olvido o por la desidia y la distancia. A esos, casi siempre, los recordamos con afecto, con una dulce nostalgia que nos hace preguntarnos si estarán bien y dónde y cómo. Son nuestro ayer en forma de foto amarilla y si volvemos a encontrarlos casi nunca son lo que esperábamos. Y eso también nos hace llorar.
Y están los que se esfuman como ladrones en la noche, sin hacer ruido ni decir adiós. Un día están en tu vida bebiendo tu vino y alimentándose de tu corazón. Están al otro lado de la línea del teléfono hasta que la línea enmudece. Pasas noches insomne durante semanas o meses, a veces durante años, preguntándote porque se fueron ¿hiciste algo para que se alejaran? Y si te tropiezas con ellos te dicen que piensan en ti, pero que el tiempo, los compromisos, la vida… Y lloras. Sabes que te mienten y quisieras creer sus mentiras.
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