El día que tú no ardas de amor, muchos morirán de frío.

domingo, 8 de junio de 2014

Maternidad



Son dulces, como el algodón de  azúcar o los besos fugaces y robados, tiernos como la sonrisa que nace entre las lágrimas del bebé o como el consuelo de las manos de la madre. Renuevan la adormecida esperanza como un arcoíris tras la tormenta y la alegría absurda y loca de los reencuentros de los enamorados. Están vivos, temblorosos y  cantan, ríen y tiñen el horizonte con un futuro amable.  Pero también son frágiles como delicado cristal o un corazón solitario. Jugar con ellos es peligroso para la ilusión. Es casi imposible recuperarse del desgarro de su extravío. No querrás sentir la tristeza irreparable de perderlos. 




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