Igual que empiezan los cuentos, en un país y
tiempo muy lejanos, hubo una vez una historia que parecía demasiado
hermosa para ser real. Los ojos de los amantes brillaban y las risas
eran música. Las palabras eran futuro y semillas de flores
de colores. Entonces alguien dijo: "tendrás mi corazón para siempre,
tuyo es", depositando la urna en unas manos esperanzadas. Besó al aire y
se fue, con largas zancadas y sin mirar atrás, llevándose su vida, su
tiempo, sus promesas, su mermelada de naranjas amargas, sus caricias.
Una eternidad después, al abrir la caja, no quedaba en ella más que el
humo triste de carbón apagado. El corazón no sobrevive sin aire, sin
besos, sin futuro, lo sabe todo el mundo. Era una historia demasiado
hermosa para ser real. Y no lo era.
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