El día que tú no ardas de amor, muchos morirán de frío.

viernes, 25 de abril de 2014

La luna en la mano


















Aborrecí del miedo el miedo
pedazos de luna, clavadas
las uñas de su garra, la luna
que estalla en tus pequeñas manos
como un globo, rugido sordo
y tu desconcierto trepan
hasta mi inamovible calendario,
no caen sus hojas, los días
solo pasan, arena caliente y fina
en tus pequeños dedos, inaprensible
en tu sorpresa, como las horas
que repiten arrullo adormidera, dulce
anestésico para un encierro castigo,
castigo porque aborrecí del amor,
el amor, ligaduras eternas
para eternas condenas en el cuerpo
imposible, el cuerpo dueño que rechina
en tu ausencia, la tuya, lubricante sueño
suave aceite para pieles
arañadas hasta el profundo hueso,
las garras, las garras de la luna,
todo eso, lejanísimo sueño.

Penélope

Dicen que provoco compasión,                                    
que semejo un cataclismo de carne
con los párpados velados de desaliento.
Dicen que me he convertido en ruina
sentada entre las ruinas de tu amor,
esperando tu regreso.

Si Penélope persistió,
tejiendo y destejiendo una mentira
y custodiando su fe en Ulises,
también puedo yo esperar miles de años,
tejiendo y destejiendo un empeño
colmado de redes y palabras.

Redes para alcanzarte,
a ti, perdido en un agitado océano
de desengaño e incertidumbres.
Palabras para salvarme,
a mi, del estupor de tu brutal partida,
con fantasiosas odiseas de finales felices.

Dicen que no hay esperanza,
que tú, mi caprichoso dios, no has existido,
que apenas has respirado en mis cuentos.
Dicen de mí que evoco el perfil
de una diosa, firme entre la devastación,
con el cuerpo de piedra y mirada de hielo.

Lo dicen, ¿sabes? porque me mantengo
inalterable ante la hoguera
que me abrasa de los pies al pelo.
Lo dicen porque puedo amar aún,
mientras contemplo como mi corazón,
inerte, se desvanece entre las manos.

Te diluvia

Es el diluvio abatiendo el acelerador                                          
a cien kilómetros por hora
es el aire besando en cada curva
pinos grises y nubes negras
es el parabrisas estrellado de lluvia
y lágrimas estallando en los ojos
es el asfalto inundado, es un río
es el corazón anegado, es un charco
¿es qué nadie ve que llueve a mares en las venas?
¿es qué nadie ve que huyo a muerte de tu muerte?

Es el incendio calcinando el camino
a cien kilómetros por hora
es el resplandor bañando en cada recta
bocas tristes y sombras caídas
es el retrovisor guiñando destellos
y granizos quemando las manos
es el pavimento ardiendo, es una pira
es la piel inflamada, es una hoguera
¿es qué nadie ve que arde a fuego vivo la memoria?
¿es qué nadie ve que huyo a muerte de tu olvido?

Amor, ese misterio

Estoy pensando cómo definir el amor, eso que llamamos amor y ya me sale humo de la cabeza, es tremendo. Parecía asunto baladí, pero no lo es y además voy a perder una batida en duelo filosófico- amoroso con un ¿amigo?

Me temo que a veces confundimos el amor con otros sentimientos o emociones, yo no tiro la primera piedra, evidentemente. Ese amor, el de las hermosísimas y mentirosas canciones de amor, viene a ser algo tan variable como la felicidad, un estado de ánimo que va y viene, como una ola, la de la canción precisamente...

El amor. ¿No es el amor cuando sientes como si te hubiesen metido una caja de vitaminas directamente en vena?, ¿cuándo sabes que se te ha puesto cara de imbécil y no te importa? , ¿cuándo la naturaleza se llena de brillantes colores y todo el mundo es bueno?, ¿cuándo perdonas las mentiras aun sabiendo que son mentiras?, ¿no es el amor cuando te sientes inmortal, bellísimo y como si te acabasen de quitar toda la grasa en una liposucción y todas las arrugas con un lifting? . Me dirán que no, que eso es enamoramiento, pasión o tontería, que el verdadero amor es más profundo y universal, que da todo y no espera nada.

Entonces ¿qué es el amor en realidad?, ¿poner la otra mejilla?, ¿querer igual a tu perro que a tu novio?, ¿amar a todos los bichos vivientes aunque te hagan la vida imposible? ¿amar aunque no te amen?

De verdad que no lo tengo claro, pero sé que me sobrecojo cuando se acerca ese punto del amor en el que un te quiero oculta un “te quiero para mí”, un te necesito se convierte en “te necesito para que seas o hagas algo para mí”, un te deseo es un “te deseo si eres como deseo” y un te amo... un te amo no significa nada en realidad, o como canta Andrés Calamaro, “ a menudo los labios más urgentes no tienen prisa dos besos después”. Amar no debería ser sufrir, pero invariablemente lo es. Sufres si tienes el amor por miedo a perderlo y sufres por tenerlo si no lo tienes.

Pero tenemos amor ¿verdad? , el de los contados amigos, el de los familiares bien avenidos, el de los hijos y poco más. Ese amor puro, sacrificado a veces y cómplice casi siempre. Ese amor, a veces divertido y a veces triste, pero constantemente presente. Ese amor que no se enreda con el deseo, porque sospecho que ahí está la diferencia, cuando el deseo juega con el amor, la hemos liado... y entonces lloramos a lágrima viva cantando a Sabina, “porque el amor cuando no muere, mata, porque amores que matan nunca mueren”.

Y así vamos, buscando ese olor de amor que nos huela a tierra y a gloria, esa piel que nos quite el hambre de otras pieles para siempre, esos brazos donde dormirnos tranquilos por toda la eternidad... ¿existe eso acaso? No sé si existe, pero sin la esperanza de él, la vida es menos vida, un simple túnel frío y oscuro que conduce a ninguna parte.


Mortal memoria

La memoria es mortal. Algunas tardes, Billie Holliday pone su rosa enferma en mis oídos.
Algunas tardes me sorprendo
lejos de mí, llorando.

Antonio Gamoneda


Despertando

Un amanecer, un café y un sueño aún pegado a las legañas. E imaginar que alguien mira el mismo cielo y se duele también del tozudo desencuentro entre la luna y el sol. Es una forma de empezar el día como otra cualquiera.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡TE QUIERO, VIDA MÍA!

Estoy tendida en la hierba, desnuda,
la tierra está húmeda, llueve sobre mi cuerpo.
Me siento limpia, al fin,...
libre del dolor y el miedo de perderte.
Me siento purificada, por fin,
y te espero, tendida en la hierba, mojada.
Te invito a entrar en mí,
y entras, como un río.
Y eres la caricia del torrente que me inunda,
eres la cascada que me colma.
Y somos humedad, fluidos, semen, saliva, sudor, lágrimas.
Somos remolino, oleaje, mareas.
Somos torbellino, caídas, saltos y vaivenes.
Somos líquido.
Somos agua.